domingo, 3 de noviembre de 2013

Sobrevivir

A pesar de la fría atmósfera del cadalso el reo sudaba de miedo. Sentado en la silla eléctrica, temblaba mientras los funcionarios le ajustaban el casco y rodeaban con electrodos sus muñecas y tobillos. Le llegaban recuerdos de su infancia, de su familia, de su crimen. El eco del golpe del mazo y la terrible palabra "culpable" rebotaban por las paredes de su cabeza con más intensidad que nunca. Su esperanza desaparecia, su vida se acababa y su muerte empezaba a envolverle.


La silenciosa liturgia del asesinato legal se rompió abruptamente con el timbrazo de un viejo teléfono de pared. El alcaide de la prisión descolgó el auricular y sin decir nada pareció cuadrarse al reconocer la voz.
 -Señor Juez, es para usted.
El juez susurró algo por el teléfono, colgó y se volvió hacia el grupo de "expectadores" de la escena. En tono solemne anunció que la condena había sido permutada y que, por tanto, la ejecución debía ser suspendida.

Pasó el tiempo pero el reo no continuó su vida donde la había dejado. Después de haber visto la muerte tan de cerca ya no volvió a vivír, sólo sobrevivía. Cada fracaso que sufrimos, cada decepción, cada error, cada vez que algo nos hace sufrir o nos mortifica, una parte de nosotros deja de vivir y sólo sobrevive.

1 comentario:

Tesa dijo...

Y sin embargo hay quien dice que el ver la muerte cerca, les motiva para aprovechar al máximo cada segundo restante de vida.
Aquello del carpe diem ...y tal
:)

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