Me despertó una presencia. Una tenue y fugaz turbulencia de aire, proviniente sin duda de alguien que se movía por la habitación. Me dí la vuelta, mi mujer yacía plácidamente sin indicios de haberse movido en los últimos minutos, horas tal vez.
Al volver a mi posición, algo me sobresaltó. Algo no encajaba en el habitual paisaje de la estancia. Forcé la vista sobre el umbral de la puerta y allí estaba ella. Incrédulo me levanté, con sigilo para no despertar a mi mujer.
Estaba descalza y sonriente, llevaba unas bragas blancas de florecitas y una camiseta amarilla de tirantes.
-¿Qué haces aquí?- le pregunté en un susurro nervioso.
-No te sorprendas, eres tú quien dice que las distancias están para recorrerlas.
-Sí, bueno... pero yo...- no me dió tiempo a decir más.
Me cogió por la nuca y me aproximó hacia sí. Su boca se apoderó de mis labios, de mi lengua, de mi saliva y de mi última palabra. Tiró de mí por el pasillo de esta guisa y palpando la pared hasta que encontró una puerta. La abrió y entramos los dos.
Nos quitamos el uno al otro la ropa, y alli, en el lavabo, en el bidé, en el suelo, en la bañera, desgranamos las conversaciones del messenger y, una a una, las fuimos haciendo realidad. Acabamos bajo el chorro de la ducha entre risas y besos. Yo me puse el boxer que uso a modo de pijama y ella se puso sus bragas y su camiseta. Estaba preciosa con el pelo mojado.
-Me voy que se hace tarde ¡Chao wapo!- me dijo.
y agitando la mano como única despedida se encaminó hacia la puerta. Yo corrí tras ella. La pillé cuando estaba ya por fuera de la casa y la puerta a medio cerrar.
-Pero... ¿a dónde vas? estás descalza.
-Pues a mi casa.
-Pero si tienes varias horas de viaje... además ¿cómo has venido? ¿como has encontrado mi casa? ¿quien te ha abierto la puerta?
Ella me miró, y con sonrisa de suficiencia me dijo:
-¡Magia!- cerró la puerta y se fué.
Perplejo volví a mi cuarto y me metí en la cama. Mi mujer despertó y se volvió hacia mí.
-¿Qué pasa?
-Nada, que he tenido visita.
-¿Comoooo? pero si son... -miró el reloj- las cuatro y cuarto.
-Sí. Una chica que conozco de internet ha venido a verme a casa.
-¿Aquí a casa?- preguntó despavorida.
-Sí.
Su gesto de susto se tornó en una sonrisa cómplice.
-¡Anda ya...! venga duermete, que mañana tienes que madrugar- se dió la vuelta, acomodó su almohada con el puño y se dispuso a dormir.
Yo quedé boca arriba, con la mirada perdida en el techo y con una gran confusión en mi cabeza. "no te preocupes, yo tampoco estoy seguro de lo que ha pasado" pensé absorto, en medio de ese caos neuronal.
-La próxima vez me avisas.
-¿Qué?
-Que me avises- contoneó su cuerpo y exagerando un supuesto deleite dijo:
-Sabes que me encanta mirarte cuando te masturbas.
Al volver a mi posición, algo me sobresaltó. Algo no encajaba en el habitual paisaje de la estancia. Forcé la vista sobre el umbral de la puerta y allí estaba ella. Incrédulo me levanté, con sigilo para no despertar a mi mujer.
Estaba descalza y sonriente, llevaba unas bragas blancas de florecitas y una camiseta amarilla de tirantes.
-¿Qué haces aquí?- le pregunté en un susurro nervioso.
-No te sorprendas, eres tú quien dice que las distancias están para recorrerlas.
-Sí, bueno... pero yo...- no me dió tiempo a decir más.
Me cogió por la nuca y me aproximó hacia sí. Su boca se apoderó de mis labios, de mi lengua, de mi saliva y de mi última palabra. Tiró de mí por el pasillo de esta guisa y palpando la pared hasta que encontró una puerta. La abrió y entramos los dos.
Nos quitamos el uno al otro la ropa, y alli, en el lavabo, en el bidé, en el suelo, en la bañera, desgranamos las conversaciones del messenger y, una a una, las fuimos haciendo realidad. Acabamos bajo el chorro de la ducha entre risas y besos. Yo me puse el boxer que uso a modo de pijama y ella se puso sus bragas y su camiseta. Estaba preciosa con el pelo mojado.
-Me voy que se hace tarde ¡Chao wapo!- me dijo.
y agitando la mano como única despedida se encaminó hacia la puerta. Yo corrí tras ella. La pillé cuando estaba ya por fuera de la casa y la puerta a medio cerrar.
-Pero... ¿a dónde vas? estás descalza.
-Pues a mi casa.
-Pero si tienes varias horas de viaje... además ¿cómo has venido? ¿como has encontrado mi casa? ¿quien te ha abierto la puerta?
Ella me miró, y con sonrisa de suficiencia me dijo:
-¡Magia!- cerró la puerta y se fué.
Perplejo volví a mi cuarto y me metí en la cama. Mi mujer despertó y se volvió hacia mí.
-¿Qué pasa?
-Nada, que he tenido visita.
-¿Comoooo? pero si son... -miró el reloj- las cuatro y cuarto.
-Sí. Una chica que conozco de internet ha venido a verme a casa.
-¿Aquí a casa?- preguntó despavorida.
-Sí.
Su gesto de susto se tornó en una sonrisa cómplice.
-¡Anda ya...! venga duermete, que mañana tienes que madrugar- se dió la vuelta, acomodó su almohada con el puño y se dispuso a dormir.
Yo quedé boca arriba, con la mirada perdida en el techo y con una gran confusión en mi cabeza. "no te preocupes, yo tampoco estoy seguro de lo que ha pasado" pensé absorto, en medio de ese caos neuronal.
-La próxima vez me avisas.
-¿Qué?
-Que me avises- contoneó su cuerpo y exagerando un supuesto deleite dijo:
-Sabes que me encanta mirarte cuando te masturbas.
4 comentarios:
Seguro que estuvo un buen rato escogiendo esas bragas...
para lo que le duraron puestas en esa excursión.
Me gusta mucho esa fotografía que has puesto. Es completa: Las piernas... el monitor que se transparenta tras el cristal, la botella. Son muchos datos en una imagen.
Pues aunque no me habría importado, no la hice yo. Busqué en google por "chica bañera" y salieron tropecientasmil como era de suponer. Me decidí por ésta precisamente por eso, por su intención.
Gracias Tesa.
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